La inmunización o vacunación con un antígeno consiste en su inoculación bien de forma intramuscular, subcutánea o intranasal en cualquier forma molecular (ADN, ARN, péptido, proteína) y dentro de una formulación de vacuna que incluye los amplificadores de la respuesta inmunológica. Esta inmunización con el antígeno hace que sea captado por las células que inician la respuesta inmunológica, denominadas células dendríticas y que se inicie la respuesta inmunológica activando a linfocitos T y linfocitos B memoria y así tener un ejército en reserva que cuando nos infectemos con el patógeno al que pertenece ese antígeno, podamos responder de forma muy potente y rápida. A veces para conseguir esto se necesitan varias dosis de vacuna para lograr un buen número de linfocitos memoria, en el caso de las vacunas de COVID-19 fueron dos dosis.
La vacunación previene una infección o bien previene la transmisión del patógeno o bien previene la enfermedad grave que causa el patógeno. Las vacunas frente a Covid-19 pudieron elaborarse en solo 1 año, cuando lo normal son 5-7 años porque hubo una colaboración entre distintos grupos académicos y farmacéuticas de distintos países y con tecnologías importantes para el diseño de las vacunas, diferentes pero complementarias.
La caducidad de una vacuna depende de su formulación y temperatura de conservación, si la temperatura de conservación es muy baja, es decir, a – 80ºC, normalmente indica que la formulación es inestable y caduca en 1 año máximo. En concreto las vacunas Covid-19 como requieren temperaturas de almacenaje de – 80ºC, si tienen caducidad corta entre 5-6 meses.
Los beneficios de las vacunas contra el Covid-19 han sido varios, primero dar una buena protección para no desarrollar Covid grave y segundo evitar en gran medida la transmisión del virus. Como no eran vacunas diseñadas para evitar la infección, la infección por el virus no se ha bloqueado totalmente, pero si han evitado además reinfecciones, lo que ha supuesto un tercer beneficio. Los efectos negativos son los mismos que con cualquier medicamento o cualquier otra vacuna, pueden provocar efectos secundarios no deseados, desde leves como pequeña hinchazón en el sitio de inoculación, algo de fiebre pasajera o de inflamación de gánglios también pasajera. Pero el porcentaje de efectos secundarios ha aparecido sólo en el 0.02% de todas las personas vacunadas.
Las nuevas vacunas Covid-19 que han preparado las compañías farmacéuticas de Pfizer/Biontech y Moderna para la dosis de refuerzo del 2022 son bivalentes, es decir, protegen frente a la variante inicial de Covid-19 como a las diferentes variantes y subvariantes de omicron. Para evitar contagio de nuevas variantes, lo primero es vacunarnos de forma completa y ponernos al menos una dosis de refuerzo con las nuevas vacunas bivalentes de Pfizer. Después, no exponernos durante tiempo largo a sitios cerrados y con gran número de gente sin mascarillas. Evitar si estamos con síntomas catarrales ir a sitios cerrados, quedándonos en casa durante 3-4 días. Por último, seguir manteniendo las medidas simples de higiene de lavado de manos y sobre todo de ventilación suficientemente de los espacios cerrados para recambiar el aire.
No es muy posible que retome su fuerza porque un porcentaje muy alto de personas estamos vacunados tanto de forma completa, como de forma incompleta o bien hemos pasado Covid tras o antes de la vacunación. Lo que significa que el virus ya no es un virus nuevo para la humanidad y que se ha adaptado al hospedador, que somos nosotros los humanos. Cuando los virus se adaptan, no aumentan su virulencia o fuerza de contagio, sino al revés. Sin embargo, en ciencia no es posible asegurar esto al 100% porque puede haber otras circunstancias que desconocemos.